sábado, 23 de enero de 2016

Voz del Rector

La alegría de la esperanza

·      Que el nacimiento de Cristo nuestro Dios y Señor nos abra con humildad viviendo el presente, pero con el corazón puesto en la esperanza de vida plena, absoluta y eterna.


Por: Pbro. Gerardo Pérez García


“En nuestra cultura postmoderna los medios de comunicación configuran vidas, definen valores, se presentan como criterio de bien y mal, de ‘verdad’, belleza y felicidad”


Saludo con afecto a todos nuestros lectores, y aprovecho este ambiente de Navidad y año nuevo para desearles felices fiestas.

Dejo a su consideración y reflexión una realidad importante que es al mismo tiempo un gran reto de nuestra cultura postmoderna: la esperanza. Presento dos puntos de referencia: la encíclica Lumen Fidei, del papa Francisco, y un pequeño libro que lleva por título “Ensayo crítico sobre la posmodernidad”, de Ricardo M. Rivas García.

El planteamiento es el siguiente: la Ilustración se apropió de la escatología cristiana y la secularizó, el futuro paradisiaco nunca llegó y se tenía que superar el “pasado moderno” eternizando la fugacidad del presente.

En nuestra cultura postmoderna los medios de comunicación configuran vidas, definen valores, se presentan como criterio de bien y mal, de “verdad”, belleza y felicidad… vale lo que se da en el presente y lo que se trasmite “en vivo y en directo”.

Esto provoca la desaparición de la memoria, el rechazo de la tradición y la ignorancia sobre el pasado; sobre la sacralización del presente se va desarrollando la desconfianza, la impaciencia, la desesperación y la desesperanza sobre el futuro. (Ensayo crítico sobre la posmodernidad, págs. 83-84).

No podemos renunciar a la esperanza que da sentido a la vida del ser humano. En Lumen Fidei, en el primer capítulo, se expone esto muy hermoso: «Haciendo referencia a la figura bíblica de Abraham, la fe se presenta como “escucha” de la palabra de Dios, como “llamada” a salir del aislamiento del propio yo, a salir de la fugacidad del presente y abrirse a una nueva vida y “promesa” de futuro (no sólo terreno sino eterno) que hace posible la continuidad de nuestro camino en el tiempo, dando esperanza».

Que el nacimiento de Cristo nuestro Dios y Señor nos abra con humildad viviendo el presente, pero con el corazón puesto en la esperanza de vida plena, absoluta y eterna, que es lo único que le da sentido.

Que María, nuestra Madre, nos haga contemplar en el rostro de su Hijo la alegría de la esperanza.  



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