La alegría de la esperanza
· Que
el nacimiento de Cristo nuestro Dios y Señor nos abra con humildad viviendo el
presente, pero con el corazón puesto en la esperanza de vida plena, absoluta y
eterna.
Por: Pbro. Gerardo Pérez García
“En nuestra cultura postmoderna los medios de comunicación configuran vidas, definen valores, se presentan como criterio de bien y mal, de ‘verdad’, belleza y felicidad”
Saludo con afecto a todos nuestros
lectores, y aprovecho este ambiente de Navidad y año nuevo para desearles felices
fiestas.
Dejo a su consideración y reflexión
una realidad importante que es al mismo tiempo un gran reto de nuestra cultura
postmoderna: la esperanza. Presento dos puntos de referencia: la encíclica Lumen Fidei, del papa Francisco, y un pequeño libro que lleva por título
“Ensayo crítico sobre la posmodernidad”, de Ricardo M. Rivas García.
El planteamiento es el siguiente: la
Ilustración se apropió de la escatología cristiana y la secularizó, el futuro
paradisiaco nunca llegó y se tenía que superar el “pasado moderno” eternizando
la fugacidad del presente.
En nuestra cultura postmoderna los
medios de comunicación configuran vidas, definen valores, se presentan como
criterio de bien y mal, de “verdad”, belleza y felicidad… vale lo que se da en
el presente y lo que se trasmite “en vivo y en directo”.
Esto provoca la desaparición de la
memoria, el rechazo de la tradición y la ignorancia sobre el pasado; sobre la
sacralización del presente se va desarrollando la desconfianza, la impaciencia,
la desesperación y la desesperanza sobre el futuro. (Ensayo crítico sobre la
posmodernidad, págs. 83-84).
No podemos renunciar a la esperanza
que da sentido a la vida del ser humano. En Lumen
Fidei, en el primer capítulo, se
expone esto muy hermoso: «Haciendo referencia a la figura
bíblica de Abraham, la fe se presenta como “escucha” de la palabra de Dios,
como “llamada” a salir del aislamiento del propio yo, a salir de la fugacidad
del presente y abrirse a una nueva vida y “promesa” de futuro (no sólo terreno
sino eterno) que hace posible la continuidad de nuestro camino en el tiempo,
dando esperanza».
Que el nacimiento de Cristo nuestro
Dios y Señor nos abra con humildad viviendo el presente, pero con el corazón
puesto en la esperanza de vida plena, absoluta y eterna, que es lo único que le
da sentido.
Que María, nuestra Madre, nos haga
contemplar en el rostro de su Hijo la alegría de la esperanza.
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