sábado, 30 de enero de 2016

Tiempo litúrgico

La esperanza en la nueva vida


·      En quienes realmente ha nacido Cristo en su corazón, tienen la certeza de que su encarnación y nacimiento no son un mero acontecimiento pasado, una fiesta más que celebrar, sino un hecho real.


Por: Sem. Iván Bonilla Trejo
         Tercero de Filosofía

“El dinero y las riquezas materiales se acaban y el poder y el placer son instantes efímeros que tarde o temprano terminan”



El Año Litúrgico es la celebración y actualización de las etapas más importantes del plan de la salvación que Dios ha trazado; es el camino de fe que nos introduce progresivamente en el misterio de la salvación.
Dentro de este año nos encontramos con lo que llamamos tiempo litúrgico, que se traslada a momentos de especial importancia y atención en un aspecto específico.

Esta ocasión reflexionaremos sobre la Navidad. En este tiempo celebramos la Natividad, es decir, el nacimiento de Jesucristo, el Emmanuel (Dios con nosotros), lo cual tiene un doble objetivo: recordar el inicio de la redención humana (de nuestra salvación) y acogerlo hoy, pues Cristo busca nacer de nuevo en el corazón de todo hombre.

Esto debe iluminar la correcta vivencia de este tiempo litúrgico en todo hombre que quiera de verdad acoger en su vida a Jesús. Pero surgen inmediatamente dos preguntas: ¿cómo se puede recobrar el verdadero sentido de la Navidad en la vida? ¿Cómo se debe vivir esta Navidad, para que realmente Jesús nazca en su corazón y se alegre recordando el inicio de su salvación? Hay múltiples y muy variadas respuestas al respecto de las interrogantes planteadas; sin embargo, me gustaría que centráramos nuestra atención en una singular: la esperanza.

Spe Salvi, «en esperanza fuimos salvados» (Rm 8,24), así comienza la encíclica del papa emérito Benedicto XVI. Esta es la actitud de vida en la que somos invitados a configurar nuestra existencia a partir del acontecimiento del nacimiento de Jesús, en un mundo que parece llevarnos a la nada y a la desesperanza, envolviéndonos en el materialismo, el mundo del poder, del placer y de la violencia.

El hombre vive sin esperanza porque Cristo no ha nacido en su corazón; es decir, no se ha encontrado con Jesús, por lo que no tiene en el mundo «ni esperanza ni Dios» (Ef 2,12). Puede el hombre tener dioses, dinero, poder, placer o riquezas, pero estos no lo conducen a una esperanza cierta y auténtica porque a pesar de sus dioses están “sin Dios”, y por lo tanto se encuentran en un mundo oscuro y ante un futuro sombrío.
El dinero y las riquezas materiales se acaban y el poder y el placer son instantes efímeros que tarde o temprano terminan.

«No se aflijan como los hombres sin esperanza», dice san Pablo a los Tesalonicenses, todos los hombres pero especialmente los cristianos debemos tener la certeza de ver nuestro futuro positivamente, ya que no está destinado a la nada, sólo así se podrá hacer llevadero el presente.

En quienes realmente ha nacido Cristo en su corazón tienen la certeza de que su encarnación y nacimiento no son un mero acontecimiento pasado, una fiesta más que celebrar, sino un hecho real que cambia la vida. ¡Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva!
Esto es lo que proclamamos y celebramos en la liturgia de media noche en la Navidad; Isaías nos presenta al Salvador que nos ha nacido y que brilla como una luz en las tinieblas.

Por este acontecimiento la fe cristiana no es una simple ideología o una moral práctica, sino una vida nueva en Cristo (Tt 2, 11-14; 3,4-7). El Salvador que ha nacido trae la paz a los hombres que lo aceptan con humildad.

También hoy se cumplen estas palabras del Evangelio de Lucas, para quienes con humildad aceptan que Jesús nazca en su corazón y empiecen una nueva vida llena de la paz de Dios.

Reflexionemos para que esta oportunidad que Dios nos da de vivir nuevamente la Navidad no se quede sólo en la cena, los regalos y los buenos propósitos, sino en un cambio de vida motivado por la esperanza de Cristo que desea nacer nuevamente en nuestros corazones.

¡Alégrense en la esperanza, hoy nos ha nacido un Salvador! Si hemos de hacer propósitos para esta Navidad, que no sólo se queden en eso, sino que se conviertan en acciones de esperanza no sólo en bien de nuestra salvación, sino también para otros que viven sin esperanza.

Les invito a practicar en esta Navidad las obras de misericordia como nos lo pide el Papa en este Jubileo que hemos iniciado.

Si nos esforzamos y hacemos la lucha por vivir así, esta Navidad Cristo nacerá en nuestro corazón y mantendremos no sólo la pequeña esperanza de un mundo mejor, sino alcanzaremos lo que hizo Santa Josefina Bakhita, esclava africana que afirmó: “Yo soy definitivamente amada, suceda lo que suceda; este gran amor me espera. Por eso, mi vida es hermosa”.


Esta Navidad renovemos nuestra vida con estas palabras; suceda lo que suceda, somos definitivamente amados por este gran amor que ha nacido por nosotros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario