sábado, 23 de enero de 2016

Jóvenes

Jóvenes, sean signos de esperanza


·      Sean aliento para la Iglesia, que también sufre por la indiferencia de muchos; sean ese motor que la impulse a llevar el mensaje de salvación que nuestro Señor nos dejó.


Por: Ángel del Jesús Díaz Sauza
        Tercero de Teología

“Ustedes, como miembros de la Iglesia, sean portadores de la salvación en la esperanza”



Resulta interesante observar cómo el hombre contemporáneo es arrastrado por la cultura de las imágenes y de los signos; pareciera que las palabras o letras pierden razón de ser.

Esto para los hombres de fe es un reto, pues en medio de esta diversidad debemos revalorar a Cristo. Con tantas distorsiones enfrentamos el desafío de purificar el significado de la presencia de Jesús entre nosotros, ese Cristo a cuya imagen y semejanza hemos sido creados, pues en la medida en que logremos esta purificación podremos renovar nuestra propia identidad.

En la lógica de Jesús, Él quiso valerse de realidades materiales para comunicarse con nosotros; Él sabía que los hombres adquirimos nuestro conocimiento a partir de las realidades visibles. Por ello nos dejó los sacramentos, como medios que transmiten la gracia para alcanzar la salvación.

En esta misma lógica se ubica la Iglesia, ella es en sí misma, sacramento, es el signo del Cuerpo de Cristo, del pueblo de Dios. A través de ella reconocemos la presencia del Señor en medio de nosotros.
Por ello, es importante estar atentos para llevar a cabo nuestro compromiso de asumir conductas que reflejen a Cristo mismo. Pues en buena medida, de ello depende la credibilidad de la Iglesia como medio para comunicar a Jesús.

Esta tarea cada vez es más urgente, particularmente en la sociedad actual, que espera de nosotros un testimonio claro y firme. De lo contrario corremos el riesgo de ser sólo signos vacíos que no comunican ninguna buena nueva a los hombres… un Evangelio sin sentido.
En esta misión tenemos un signo clave para asumir, uno por el cual Dios se hace visible y se da a conocer: me refiero al misterio de la Encarnación. En este, el Señor se vale de la humanidad para que su Hijo nos revele que Dios es amor, que es Padre. Es Cristo quien nos recuerda que es Emmanuel, el Dios con nosotros, por nosotros y para nosotros.

Jóvenes

Ahora bien, ¿cuál es la relación de todo esto con ustedes jóvenes? Ustedes, más que nadie, se dan cuenta que todo es movido por signos e imágenes, y no hay que ir muy lejos, sólo vean las redes sociales que utilizan. Por eso me gustaría invitarlos a la siguiente reflexión. Que hermoso sería que ustedes descubran que sus vidas son signos, que ustedes mismos están llamados a ser sacramentos.

Pero signos de qué o sacramentos de qué… de la esperanza. Hay que ser signos de esperanza, pues son muchos quienes la necesitan, dentro y fuera de la Iglesia. Benedicto XVI, en su encíclica Spe Salvi, dice: «Quien tiene esperanza vive de otra manera, se le ha dado una vida nueva».

Por eso, con su modo de vivir, con lo que ustedes reflejan a través de su vida, atrévanse a ser esos signos que den aliento a quienes viven sin esperanza. Sean aliento para la Iglesia que sufre por la indiferencia de muchos; sean ese motor que la impulse a llevar el mensaje de salvación que nuestro Señor nos dejó.

En el signo de la Encarnación, Dios da a los hombres un aliento de esperanza. Ustedes jóvenes están invitados a mantener vivo ese misterio, para que con sus energías, potencialidades y sueños sean la esperanza de la Iglesia y de todos los hombres.

No tengan miedo de encarnarse en toda realidad para ser buena noticia. Es en la esperanza donde debemos transmitir el mensaje de la salvación; atrevánse a llevar a cabo esta tarea llenos de alegría, movidos por la fe y la esperanza en el amor.

Ustedes jóvenes tienen el desafío de ser signos vivos, sacramentos eficaces de la gracia de Dios en estos tiempos. Deben sobresalir y brillar más que todos los signos vacíos y huecos de los cuales estamos rodeados y más aún de aquellos antisignos que tratan de opacar la luz de la verdad.

Hagan un esfuerzo por reflejar y prolongar el signo de la Encarnación; ustedes, como miembros de la Iglesia, sean portadores de la salvación en la esperanza. Es por esa razón que ustedes son, en nuestros tiempos, la esperanza.

“Con tantas distorsiones enfrentamos el desafío de purificar el significado de la presencia de Jesús entre nosotros, ese Cristo a cuya imagen y semejanza hemos sido creados”
“Es importante estar atentos para llevar a cabo nuestro compromiso de asumir conductas que reflejen a Cristo mismo”
“Es Cristo quien nos recuerda que es Emmanuel, el Dios con nosotros, por nosotros y para nosotros”

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