sábado, 7 de noviembre de 2015

Voz del Rector

La primera intervención

“Doy fe del empeño, creatividad y generosidad que los padres formadores y los futuros sacerdotes ponen para la publicación de la revista Pescador”

Por: Pbro. Gerardo Pérez García
Rector del Seminario Diocesano de San José


Saludo con afecto a todos los lectores de nuestra revista, esperando que sea de ayuda en su vida de fe
como discípulos y misioneros para que todos nuestros hermanos en Cristo tengan vida (Documento
de Aparecida); doy fe del empeño, creatividad y generosidad que los padres formadores y los futuros sacerdotes ponen para la publicación de este medio.

Con una confianza filial y con la ayuda maternal de María, nuestro Seminario continúa su labor de ofrecer el espacio espiritual y físico para que los futuros sacerdotes tengan un encuentro vivo con el Señor que los llama y respondan con fe, responsabilidad y generosidad. Me han pedido que en esta, mi primera intervención como rector, presente mis expectativas y mi forma de trabajo.

Respecto a expectativas agradezco el apoyo que me han expresado mis hermanos sacerdotes al saber mi nombramiento que acepté «con temor y temblor» (Flp 2,12), y lo primero es que no se creen muchas expectativas sobre mí; ningún Seminario se desarrolla bien sólo porque llega un nuevo miembro al equipo: sea rector, ecónomo o espiritual.

La labor es de todos: nuestros fieles que nos ayudan de diferentes modos, el arzobispo que nos marca líneas y directrices de servicio, el presbiterio de nuestra querida arquidiócesis, las familias de los futuros sacerdotes y mis hermanos del equipo formador.

Respecto a mi forma de trabajo, lo expresé cuando me dieron el nombramiento. ¿Qué voy a hacer? Ser como soy, como me conocen y por lo cual –me imagino han confiado en mí para prestar este servicio.

¿Cómo le voy a hacer? Estar cerca del Señor y de María, nuestra Madre, y seguir los lineamientos
del obispo; pedir oración y misericordia de mis hermanos del presbiterio; esperar colaboración generosa y responsable de mis hermanos del equipo formador; y lo mismo de mis hijos, los seminaristas y de sus familias.

Así como “echar mano de mi experiencia”: 18 años de formador y cerca de nueve de párroco; supongo que con ello y la misericordia del Padre podremos salir adelante, ser santos y responder
mejor a los retos de nuestra atribulada nación mexicana.

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