viernes, 13 de noviembre de 2015

Familia


La Iglesia responde a las necesidades de la familia


mujer

Por: Sem. H. Esteban Carrasco Ibarra
        Tercero de Teología

La vida de la Iglesia en la familia se desarrolla primero como una exigencia evangelizadora, no sólo como una estructura social, sino como un don que Dios da a las personas para establecer un hogar dentro de la sociedad.

Nunca olvidemos que el Señor está presente en todas nuestras realidades y nunca nos abandona, por ello, es el Espíritu Santo el encargado de guiar, acoger y vivir el proyecto de Dios en nuestras familias; debemos comprender que nunca estamos solos ante las propuestas seductoras que hoy hace el mundo en contra de la verdad y dignidad de la persona.

La Iglesia responde a estos requerimientos con el documento sobre la misión de la familia en el mundo actual (Familiaris Consortio). En su primer capítulo habla de una necesidad de conocer, reconocer y aceptar la realidad que actualmente se vive. El discernimiento se lleva a cabo desde el sentido y la acción de la fe según la diversidad de dones y carismas que se nos dan para ejercer con responsabilidad desde el ejercicio de nuestra caridad, es decir, desde la respuesta que cada uno quiere dar a Dios en la vivencia de la familia.

Esto no excluye a nadie, pues algunos pueden ser padres, otros podemos ser hijos, pero todos estamos injertados en una familia y en la familia eclesial donde la Iglesia se hace madre para acogernos y ayudarnos en nuestras necesidades desde la oración y la acción.

Las personas que ejercen vida esponsal nunca olviden que el Señor otorga un carisma propio en el don del matrimonio. No tenemos por qué ser pesimistas ante los golpes que ahora sufre la estructura de la familia, pues en ella se halla la salvación de Cristo y en nosotros está la libertad y el amor de Dios para optar por valores fundamentales que no degraden la dignidad de la persona.

La educación en el amor enraizado en la fe puede conducir a adquirir la capacidad de interpretar los signos de los tiempos o señales que son la expresión histórica del amor de Dios al hombre y mujer.

Viviendo en un mundo bajo presiones, derivadas sobre todo de los medios de comunicación social, nosotros no siempre hemos sabido mantenernos inmunes del oscurecimiento de los valores fundamentales como la vida y la familia, pues muchas veces no nos informamos y mucho menos nos formamos para establecer construcciones de humanismo familiar en nuestro entorno social.

Es importante no hacer de lado fomentar el interés por iniciar un trabajo en cada familia donde se promuevan valores que fortalecen nuestra dignidad como personas y no dejarnos llevar por simples modas que solamente se viven para dar gusto a muchos grupos consumidores, y que al final nos dejan una enorme falta de identidad en cada uno de nosotros como hijos de Dios.

Defendamos la estructura de la familia. No con argumentos sino con el ejemplo, y rescatemos los valores ya casi olvidados para promover los verdaderos derechos del hombre y la mujer; busquemos la justica en las estructuras de nuestra sociedad y trabajemos en el humanismo que no sólo aporta a los hombres una relación con Dios, sino que lo conduce a Él de modo más pleno.

«La educación de la conciencia moral que hace que todo hombre sea capaz de juzgar y de discernir los modos adecuados para realizarse según su verdad original, se convierte así en una exigencia prioritaria e irrenunciable» (FC 8).

La Iglesia exhorta a toda persona a una transformación continua que se desarrolla en un proceso dinámico desde nuestras acciones por defender a la familia. En esta realidad la Iglesia acepta las distintas culturas de los pueblos para expresar mejor las riquezas de Cristo, es por eso que la inculturación de la fe cristiana se lleva a cabo también en el ámbito del matrimonio.

Finalmente, para que la meta ahora sea más clara, es importante volver al principio de las familias siguiendo las enseñanzas de Cristo en la esperanza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario