“Es dando como se recibe”: Pbro. Jorge Luis Anaya Merino
En entrevista confesó
que es muy agradable ser sacerdote y le agradece a Dios el regalo de llegar a
una parroquia después de haber permanecido en el Seminario.
Por: Sem. José Luis Riveros Sosa
Tercero de Filosofía
Hace unos meses, en el Seminario de San José
se llevó a cabo el cambio de rector, cargo que anteriormente lo desempeñaba el
Pbro. Jorge Luis Anaya Merino, quien en la Misa de apertura de la Asamblea Presbiteral
pasada entregó la rectoría al Pbro. Gerardo Pérez García.
La revista Pescador se dio a la tarea de entrevistarlo, con la finalidad de
conocer su sentir tras su paso por la casa formadora de sacerdotes en
Tulancingo.
Nombre
completo. Jorge Luis Anaya Merino.
Fecha
de nacimiento y de ingreso al Seminario. Nació el 24 de abril de 1967 en Huauchinango
Puebla; ingresó al Seminario Menor en 1982.
Fecha
de ordenación sacerdotal. 11 de junio de 1993.
Años
de sacerdote y al servicio del Seminario. 22 años de ordenado y 19 de
servicio en la formación sacerdotal.
Cargos
que ha desempeñado en sus años de sacerdote. Después de su ordenación estudió Teología
Bíblica en Roma, donde estuvo 3 años; al regresar, en 1996 llegó directamente
al Seminario en Tulancingo después de que se cerrara el Seminario Regional que
estaba en Tula.
En un primer momento apoyó en la
coordinación de la Dimensión Espiritual, después fue bibliotecario y moderador,
pero siempre estuvo al frente de grupos de Teología; ayudó también en la Dimensión
Pastoral y fue director del Colegio Pedro de Gante, por tres años. Después, con
la llegada de Mons. Domingo Díaz Martínez, asumió la rectoría del Seminario por
seis años.
Experiencia
en el Seminario. Enriquecedora, ya que «es dando como se recibe» (San Francisco
de Asís) y “ayudando en la formación es como seguir formándome”, expresó. Tuvo
un gusto por las reuniones nacionales de OSMEX (Organización de Seminarios Mexicanos)
que fueron de mucha riqueza. Así como compartir la experiencia con formadores
de toda la República, que dan una visión más amplia de la formación. Externó
que “ser formador es un regalo que implica mucho empeño diario, no es nada
sencillo, pero nos mantiene para dar una mejor respuesta al Señor”.
Su
experiencia junto a los demás sacerdotes. Aunque en estos años fue muy
variada, siempre mantuvo una relación muy sana, agradable, cordial y llena de
alegría. En el trabajo en común y las reuniones siempre mantuvo respeto aunque todos
pensaran de manera diferente, pero siempre asumían las labores con
responsabilidad.
Como rector la experiencia fue
agradable, un reto grande que el Señor le pidió asumir y lo realizó con mucho
empeño y todas sus fuerzas, apoyado siempre por el equipo formador y el señor arzobispo.
Mensaje
a los seminaristas. Aprovechen lo mejor posible los medios que la
Providencia Divina pone hoy para la formación sacerdotal; aunque humanamente estos
sean muy pequeños a la luz de la fe, el Espíritu Santo hace maravillas.
“Sean dóciles a la acción del Espíritu
que se va manifestando en sus formadores y traten de encontrar siempre el gusto
por su formación”. En su preparación hay momentos difíciles y de desaliento, pero
“hagan todo con gusto y esperanza de que a través de esto Dios va haciendo
maravillas en ustedes”.
“Recuerden lo que dice el Salmo: «Al
ir iban llorando llevando la semilla, al volver vuelven cantando trayendo sus
gavillas»”. “Por eso siempre que queremos
sembrar algo, ya sea en la formación o en nuestra misma persona, implica
ruptura, cambio de mentalidad, actitudes y comportamientos; aunque no es fácil
sino doloroso, vale la pena hacerlo con la plena confianza de que es la obra de
Dios que se va realizando en cada uno de ustedes”, exhortó.
Expectativas
acerca de su nueva encomienda. El arzobispo Domingo Díaz Martínez le ha
encomendado atender la parroquia de San José Piracantos, por lo que reconoce
que hay mucho que trabajar pero confía en que las cosas saldrán de la mejor
manera.
Va con mucha alegría, ya que estar a cargo
de un templo inmediatamente le lleva a pensar que es una manera muy concreta de
servir a Dios en el ministerio sacerdotal, con el ideal de ser el buen pastor
de una comunidad.
Confiesa que “es muy agradable ser
sacerdote” y le agradece a Dios el regalo de llegar a esa parroquia;
sinceramente su relación de amistad con el párroco anterior, Pbro. Julián
Marciano, hizo que sintiera la cercanía y familiaridad con la misma gente.
“La comunidad es muy cálida y muestra
que responde a Cristo y no a una persona en especial, es una bendición muy
grande el que la gente participe en la obra de Cristo que el padre empezó. Mi
obra será hacer una parroquia evangelizada y evangelizadora, y que sea Dios
quien nos mueva en todo momento”, concluyó.
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