viernes, 6 de mayo de 2016

Voz del Rector


San José, patrono de nuestro Seminario


Por: Pbro. Gerardo Pérez García
        Rector del Seminario Diocesano de San José


            Un saludo cordial a todos nuestros lectores esperando que la revista que se realiza con mucha fe y esfuerzo ayude en su crecimiento personal y de fe.  Esta ocasión reflexionamos sobre la imponente figura de San José, nuestro patrono en el Seminario y su importancia en la formación de los futuros sacerdotes.

El evangelio de San Juan: 3,30  resume la figura de San José: “Illum oportet crescere, me autem minui” (es necesario que El crezca y que yo disminuya).  San José, custodio fiel del Redentor y de María, los tesoros más valiosos de Dios.  Para nosotros, ejemplo de escucha, silencio obediencial, humildad y plenitud de respuesta a su vocación. El ángel introdujo a San José en el misterio de la Redención confiándole la tarea de esposo y padre, llamado a un amor regenerado por obra del Espíritu Santo. Toda su vida fue realizada bajo la contemplación del misterio escondido que puso su morada bajo el techo de su casa (a esto se le llama devoción).

Patrono de nuestro Seminario; todos los que vivimos en esta casa tenemos que conocer, meditar y reflexionar siempre sobre su vida para poder imitarlo. No tendríamos espacio para desarrollar todos los ejemplos que descubrimos en él, como la humildad, el silencio tan necesario en la vida humana y consagrada.  Quisiera hacer referencia rápida sobre el estilo de vida sacerdotal que tenemos que desarrollar con los llamados “consejos evangélicos” (pobreza, castidad y obediencia). En San José encontramos esta vivencia de una manera admirable.

Vida de obediencia a la fe que lo unió íntimamente a Dios y a su esposa María, porque cuando Dios se revela hay que prestarle “la obediencia de la fe”.

Vida de pobreza que lo acercó al misterio de la Redención en total disposición de lo que era y tenía.

Vida de celibato pleno como respuesta a la presencia del Mesías en su casa, su fidelidad para vivir un amor virginal, renunciando al amor natural: a esto se le llama devoción.

Tenemos que invocarlo como patrono, defensor e intercesor de la vocación sacerdotal en el renovado empeño de nueva evangelización. Disponibilidad absoluta para servir fielmente a la voluntad salvífica de Dios revelada en Jesús.  San José, ruega por nosotros.

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