sábado, 7 de mayo de 2016

Tiempo Litúrgico

La Cuaresma, camino de preparación para la Pascua


Por: Sem. Miguel Ibarra Sánchez
        Segundo de Filosofía

·      Para comenzar a practicar la misericordia primero hay que alimentarnos con el sacramento de la penitencia, en el que Dios, como un Padre amoroso, nos estará esperando con los brazos abiertos.


“Este tiempo de la Cuaresma, en sintonía con el año de la misericordia, tendrá que ser para todos los cristianos una escuela del amor, del perdón y de la reconciliación con Dios, con el prójimo y también con uno mismo”.


El paso del hombre por este mundo siempre se verá delimitado por el espacio y el tiempo. Su actuar siempre se verá delimitado por un aquí y un ahora. Es por esto que a lo largo de la historia se ha visto que el hombre, pese a su cultura, necesita apoyarse de un calendario que le ayude a ordenar más fácilmente su modo de vida; así vemos los que están regidos por las estaciones climáticas.

Por eso, para los católicos también se nos ofrece un calendario (litúrgico) que va marcando nuestra vivencia cotidiana de la fe. Este tiene su único fundamento en los misterios de nuestro Señor Jesucristo; es decir, en el paso de Cristo como verdadero Dios y hombre por este mundo. Es un ciclo que inicia desde su concepción hasta su Resurrección gloriosa de entre los muertos.

Por ahora nos detendremos a hacer conciencia acerca del tiempo litúrgico de la Cuaresma. Se debe tener en cuenta que lo que le da real importancia a este tiempo es el sentido preparativo para poder entrar en el misterio Pascual; es decir, para vivir con un corazón bien dispuesto el tiempo de la Resurrección de nuestro Señor. ¡Es ilógico que alguien quiera entrar a una fiesta sin llevar su traje!

La Cuaresma tiene un periodo de cuarenta días que van desde el Miércoles de Ceniza hasta el Jueves Santo. Este tiempo tiene una fuerte carga simbólica. Nos remiten al periodo que el pueblo de Israel anduvo por el desierto para llegar a la tierra prometida; al tiempo en que Moisés se retiró a la montaña para estar en la presencia de Dios; pero sobre todo, nos recuerdan el tiempo en que nuestro Señor Jesucristo permaneció en el desierto, preparándose mediante el ayuno y la oración, para después salir a predicar la venida del reino. De aquí que la Cuaresma sea un tiempo de conversión, penitencia y ayuno.
Aunque la vivencia de este tiempo es únicamente un medio que se nos ofrece como preparación para la Pascua, la Iglesia nos pide que lo vivamos con un corazón comprometido. Y de la misma manera nos ofrece una serie de herramientas que nos ayudarán a prepararnos debidamente. Cabe destacar la presencia de algunos signos que caracterizan fuertemente este tiempo.

Lo primero que notaremos será el color morado, fácil de identificar en los ornamentos del sacerdote, por ejemplo. Esto es signo de penitencia. Dentro de las celebraciones litúrgicas también se notará la ausencia del cirio pascual; los cantos tendrán un toque de austeridad e incluso se percibirá fácilmente que no se entona el Gloria; las lecturas bíblicas serán en orden a la penitencia y la conversión.

En cuanto a lo que la Iglesia nos pide que realicemos para vivir con más intensidad este tiempo, debemos ser muy realistas y cuestionarnos acerca del sentido que le damos. Por ejemplo, a la misma ceniza que se nos impone el miércoles en que iniciamos la Cuaresma, al ayuno, a la penitencia, a la limosna, a la abstinencia de no comer carne y a los sacrificios.

Porque podemos caer en el extremo de tomar estas herramientas como una carga pesada difícil de llevar si no lo estamos viendo con ojos de fe, si únicamente nos quedamos en el hecho de ayunar por ayunar, de no comer carne por no comer carne.

Más bien, debemos ver esto con una mirada más profunda, con una mirada de fe. Hay que verlo como una oportunidad para unirnos en los sacrificios de nuestro Señor en el desierto; obviamente nos veremos tentados a pensar que es imposible, o que es demasiado difícil, pero no hay que preocuparnos mucho por esto, más bien recordar que Jesús también fue tentado por el demonio mientras permaneció en el desierto.

Ahora bien, no podemos pasar por alto el tiempo de gracia en el que nos encontramos. Este año de la misericordia que el Papa nos propone para reconciliarnos con el hermano y con Dios, para dejar de ver al otro como un extraño y comenzar a verlo como nuestro prójimo; es decir, para preocuparnos por el que está a nuestro lado sin importar si lo conocemos o no, para perdonar y aprender a reconciliarnos con quien nos ha ofendido, aprendiendo a ser misericordiosos como nuestro Padre Dios es misericordioso.

Y, de igual manera, para que tengamos un corazón humilde capaz de reconocer que hemos ofendido al hermano y saber pedirle perdón. Este tiempo de Cuaresma en sintonía con el año de la misericordia tendrá que ser para todos los cristianos una escuela del amor, del perdón y de la reconciliación con Dios, con el prójimo y también con uno mismo, pues hay que reconocer que en ocasiones nosotros mismos nos auto-lastimamos.

Recordemos que nadie da lo que no tiene; por eso, para comenzar a practicar la misericordia primero hay que alimentarnos con el sacramento de la penitencia, en el que Dios, como un Padre amoroso, nos estará esperando con los brazos abiertos.
¡Dejemos que Él sane nuestras heridas!

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