Técnicas pedagógicas para la catequesis (Segunda parte)
Por: Dra. Lourdes Lavaniegos
lourdes.lavaniegos@lasallep.edu.mx
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El espacio privilegiado de toda
sesión de evangelización debe ser justamente el Evangelio, la buena noticia y
el fruto que cada persona puede ir sacando de ella.
“Por querer cubrir el programa es frecuente que se nos olvide que nuestro trabajo consiste en transparentar a Dios, no en tomar su lugar”
Usualmente, cuando organizamos un proyecto de catequesis
ponemos atención en lo que los niños deben memorizar, los momentos de
celebración y los contenidos de los temas que vamos a ofrecerles.
Todo está muy bien, pero por querer cubrir el programa es
frecuente que se nos olvide que nuestro trabajo consiste en transparentar a
Dios, no en tomar su lugar. El espacio privilegiado de toda sesión de
evangelización debe ser justamente el Evangelio, la buena noticia y el fruto
que cada persona puede ir sacando de ella; la palabra del Señor convoca, anima,
confronta y da respuestas mucho más profundas que las que nosotros podemos
ofrecer.
Idealmente, el momento culminante de una sesión de
catecismo debe ser la escucha atenta de la palabra, aunada al silencio en el
que el Señor se nos descubre de manera personal.
Conviene entonces considerar cinco momentos:
·
Disposición a la escucha. El grupo prepara su material,
así cada uno tiene listos los colores, el cuaderno, el bolígrafo, la plastilina
o cualquier otro material que se usará, de forma que no existan interrupciones
posteriores. Hay que hacer un poco de teatro para que entiendan que lo que
viene a continuación es un momento personal de comunicación con Dios que merece
toda la atención y que por esa razón no es válido hablar con los demás o
interrumpir su trabajo.
·
Lectura de la palabra. Se necesita una lectura que se
relacione con el tema que estamos tratando. Conforme la edad de los aprendices
puede irse buscando algo cada vez más largo o complejo, siempre conviene elegir
trozos cortos que colaboren al cuestionamiento personal.
Por ejemplo, para el tema del
perdón podríamos narrar la parábola del hijo pródigo completa, pero para este
especial momento de oración sería mucho más apropiado quedarnos con un par de
versículos.
«…El hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el
cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo”. Pero el padre
dijo a sus siervos: “Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en
su mano, y calzado en sus pies”» (Lc 15,21-22).
Esta lectura se debe repetir tres
veces, dando la indicación a los niños de que encuentren las palabras o frases
que más les llamen la atención.
·
Reflexión. Se pide a los participantes que en
silencio piensen en las palabras elegidas y también en cómo es que cada uno se
relaciona con ellas. Con los niños pequeños puede comenzarse con unos cuantos
segundos y luego ir paulatinamente aumentando el tiempo de silencio.
·
Creación artística. El papa Francisco nos sugiere
enseñar a honrar a Dios con el arte (Lumen
Fidei) y este es el momento para hacerlo: dibujando, modelando con masa y
escribiendo… cada uno en completo silencio trata de expresar artísticamente
aquello que le vino a la mente durante el tiempo de reflexión.
Hay que cuidar que no comparen su
trabajo con el de los demás, que entiendan que es su ofrenda al Señor y que no
importa si queda más o menos bonito a los ojos humanos, pues para Dios todo lo
que se hace de corazón es igualmente bello.
·
Espacio para compartir. Se toman unos minutos para
expresar lo que significa la obra artística elaborada; en grupos grandes pueden
formarse pequeños corrillos para ahorrar tiempo, pero es muy importante
acostumbrar a los niños a escuchar a los compañeros y evitar el juicio sobre los
trabajos producidos.
·
Oración comunitaria. Para finalizar el proceso puede
hacerse una oración comunitaria solicitando a los participantes que pidan,
agradezcan, alaben y ofrezcan a Dios lo que gusten pero recordando lo que se
vio anteriormente. Esto provocará una oración mucho más profunda que la que
suele hacerse, pues llevará a los niños a vislumbrar la realidad desde ángulos
diferentes y siempre bajo la mirada evangélica.
Este proceso consumirá parte de
la sesión que necesita ser considerada desde que planeamos, pues hay que
prepararla y darle el tiempo necesario; es posible que parezca que aprenden
menos, pero a la larga les estamos enseñando una habilidad que nadie les podrá
arrancar.
Se trata de hacerse pequeño,
dejar a un lado los protagonismos y permitir que el actor principal sea el
mismo Señor Jesús; a nosotros nos pueden fallar algunas cosas, pero seguramente
Él lo hará mucho mejor.
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