jueves, 18 de junio de 2015

Voz del Rector


Nuestra madre, la Iglesia


Esta expresión la conocemos todos y es muy significativa. El papa San Juan XXIII la utilizó para iniciar una importante Encíclica de su magisterio: «Madre y Maestra de todos los pueblos, la Iglesia universal fue fundada por Jesucristo a fin de que todos, a lo largo de los siglos, entrando en su seno y bajo su abrazo, encontraran plenitud de más alta vida y garantía de salvación» (Juan XXIII, Mater et Magistra, 1).
En el 10 de mayo, espontáneamente, volvemos nuestra mirada y nuestro corazón de las madres terrenas a nuestra madre del cielo, la Virgen María, y esto es cierto. Sin embargo, también es muy importante que podamos considerar a la Iglesia como nuestra madre. Por eso, ahora quiero detenerme en este aspecto.
Ha recibido de Cristo, su fundador y su esposo, la misión de engendrar hijos y educarlos y conducirlos. Por eso, con justa razón es llamada madre. Nos engendra en la fe y para la vida cristiana; nos alimenta con la Palabra de Dios y los sacramentos; ora en todo momento por cada uno de sus hijos, sea cual sea la circunstancia en que se encuentran: niños, jóvenes, familias, ancianos, enfermos, desvalidos, marginados, pobres, pecadores y difuntos.
Como verdadera madre se preocupa de nuestra educación, nos presenta a su esposo Jesucristo como Salvador y Señor; nos hace conocerlo cada vez más mediante la catequesis y los diferentes niveles de su enseñanza; orienta nuestros pasos a lo largo de toda nuestra vida con el gran ejemplo de santidad de sus mejores hijos; nos corrige con amor cuando nos equivocamos y nos desviamos de la verdad y del bien; nos ofrece tiempos especiales para ser intercesora y mediadora de la Misericordia Divina.
Es por ello que en este mes de mayo conviene agradecerle a Dios que, junto al don de nuestra madre terrena y de nuestra madre celestial, nos ha dado el hermoso don de nuestra madre la Iglesia. Honrémosla con nuestro amor, nuestra gratitud y nuestro servicio. Seamos fieles a ella y llenémosla dealegría al ver que cada uno de nosotros, sus hijos, nos esforzamos por vivir en la unidad en la santidad tal como ella es santa,en la universalidad y en el servicio misionero: «Creo en la Iglesia que es una, santa, católica y apostólica».

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