Nuestra madre, la Iglesia
Esta expresión la conocemos todos y es muy significativa. El papa San Juan XXIII la utilizó para
iniciar una importante Encíclica de
su magisterio: «Madre y Maestra de
todos los pueblos, la Iglesia universal fue fundada por Jesucristo a
fin de que todos, a lo largo de los
siglos, entrando en su seno y bajo
su abrazo, encontraran plenitud de
más alta vida y garantía de salvación» (Juan XXIII, Mater et Magistra, 1).
En el 10 de mayo, espontáneamente, volvemos nuestra mirada y nuestro corazón de las madres
terrenas a nuestra madre del cielo,
la Virgen María, y esto es cierto.
Sin embargo, también es muy importante que podamos considerar a
la Iglesia como nuestra madre. Por
eso, ahora quiero detenerme en
este aspecto.
Ha recibido de Cristo, su
fundador y su esposo, la misión de
engendrar hijos y educarlos y conducirlos. Por eso, con justa razón
es llamada madre. Nos engendra
en la fe y para la vida cristiana; nos
alimenta con la Palabra de Dios y los sacramentos; ora en todo momento por cada uno de sus hijos,
sea cual sea la circunstancia en que
se encuentran: niños, jóvenes, familias, ancianos, enfermos, desvalidos, marginados, pobres, pecadores y difuntos.
Como verdadera madre se
preocupa de nuestra educación,
nos presenta a su esposo Jesucristo
como Salvador y Señor; nos hace
conocerlo cada vez más mediante
la catequesis y los diferentes niveles
de su enseñanza; orienta nuestros
pasos a lo largo de toda nuestra vida
con el gran ejemplo de santidad de
sus mejores hijos; nos corrige con
amor cuando nos equivocamos y
nos desviamos de la verdad y del
bien; nos ofrece tiempos especiales
para ser intercesora y mediadora de
la Misericordia Divina.
Es por ello que en este mes
de mayo conviene agradecerle a
Dios que, junto al don de nuestra
madre terrena y de nuestra madre
celestial, nos ha dado el hermoso
don de nuestra madre la Iglesia.
Honrémosla con nuestro amor,
nuestra gratitud y nuestro servicio.
Seamos fieles a ella y llenémosla dealegría al ver que cada uno de nosotros, sus hijos, nos esforzamos
por vivir en la unidad en la santidad
tal como ella es santa,en la universalidad y en el servicio misionero:
«Creo en la Iglesia que es una, santa, católica y apostólica».
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