jueves, 18 de junio de 2015

Movimientos


ESCUELA DE LA CRUZ
Unidos con su sacerdote, corazón de la comunidad y guía de la misma, se abren a la sociedad incendiando en el amor a todos, buenos y malos.


Por: Sem. Gerardo F. Mimila Fragozo y Sem. Sergio O. Tenorio Aguilar



Para que todos sean uno» (Jn 17,21). El cuerpo humano está constituido por diferentes partes que se encargan de una tarea específica, pero en conjunto hacen que se desempeñe adecuadamente. Es así el de la Iglesia, formado por un gran número de grupos con una actividad concreta que la enriquecen y ayudan en sus múltiples labores para que se desempeñe óptimamente; la Escuela de la Cruz es uno de ellos.
Creada por el padre religio- soFranciscoJavierAsencioDáva- los,enlaparroquiadeSanIsidrode la Diócesis de Villahermosa, el 10 de enero de 1965. Fue constituida por la autoridad eclesiástica como Asociación Nacional de Fieles, en 1987; en pocos años llegó a los Estados Unidos de América y el 22 de mayo de 1994 el Consejo Pontificio para los Laicos decretó la erección de la Escuela de la Cruz como asociación internacional de fieles de derecho pontificio. Desde ese momento se ha difundido a lo largo de toda la República Mexicana y 2 países de Norteamérica, contando con alrededor de 200 mil miembros laicos y cerca de 200 párrocos.
La Escuela de la Cruz muestra una respuesta a la necesi- dad que tiene la Iglesia de seglares maduros, líderes comprometidos en el anuncio del mensaje de sal- vación, especialmente en el medio más abandonado y pisoteado de México: los campesinos y obreros. Por lo tanto, su objetivo es colaborar engendrando comunidades de apóstoles que comuniquen el espíritu de la cruz con su vida y el testimonio, en primer lugar, al orden espiritual y, en segundo, al temporal, constituyendo sus miembros (varones laicos, diáconos, presbíteros y obispos) una verdadera unidad que los impulse mutuamente en su entrega a Cristo y a ser fermento, raíz y cimiento para que el Espíritu Santo suscite apóstoles en el Pueblo de Dios.
Los integrantes de la asociación (Cruzados) se comprometen a vivir en íntima unión con el corazón crucificado de Jesucristo Sacerdote-Víctima-Altar, a “ser sacerdotes con sus sacerdotes” y a sostener concretamente al propio párroco en el cumplimiento de su ministerio, estructurándose en pequeños núcleos de entre 5 y 9 personas una vez que hayan vivido su experiencia de tres días en la escuela, con el objetivo de que todos sean uno, unidos y movidos por la acción del Espíritu Santo.
Dicha comunidad recibe el nombre de “Escuadrón”, cuyos miembros deben estar unidos por un interés común: “Vivir el amor de Cristo al Padre y fermentar con ese amor su propio medio”; ser movidos por un mismo ideal, ser Cristo y juntos lanzarse a una misma meta: la santidad común, la gloria del Padre, para ser perfectos como el Padre celestial es perfecto (Ef1, 4; Jn17, 23-24; Lumen Gentium, número 39).
Unidos con su sacerdote, corazón de la comunidad y guía de la misma, se abren a la sociedad in- cendiandoenelamoratodos,bue- nos y malos.
Su trabajo radica en colaborar y ayudar al presbítero en las diversas actividades de la parroquia, con un trabajo sincero, desinteresado, alegre, confiado, sencillo, comprometido y consciente de que él es cabeza y corazón de la comunidad. Los une la conciencia de ser hijos de Dios, elegidos por Jesús para participar en su misión, en la ayuda mutua viviendo el Evangelio y la espiritualidad de la cruz; es de- cir la del amor, la cual Cristo mis- mo nos ha enseñado.
En la Arquidiócesis de Tulancingo, la Escuela de la Cruz ha sido considerada como una sociedad degranimportanciaenlaformación de nuevos apóstoles dispersos por todas las zonas que la conforman: rurales, urbanas y serranas.
Organizada por un equipo diocesano en los que destacamos los cargos de director espiritual a cargo del Pbro. Juan Aguilar Vázquez, quien se encuentra en la parroquia de“La Villita”en Tulancingo; de igual manera, tienen presencia las comunidades de Tepeapulco y Apan en los demás cargos: presidente, Marco Antonio Muñoz Huerta; perseverancia; Ramón Martínez Pérez; selección y pre-escuela, Blas Hernández Pérez; escuelas y cursos, Alberto Sosa Alvarado; secretario, Daniel Gómez Valencia; ecónomo, José Ma. Fernández Magaña.
Esta asociación se va difundiendo a una escala considera- ble gracias a la acción del Espíritu Santo que mantiene unidos a los integrantes como miembros de una familia, llevando el Evangelio en su testimonio de vida, así con un mismo ideal, una misma meta, un mismo interés y movidos por un solo espíritu, para que den gloria al Padre, incendiando en el amor a todos los hombres, buenos y malos, comprometiéndoles a cargar su cruz tal y como nuestro Señor Jesu- cristolohizoylohapedidoatodo aquel que ha elegido seguirle: «El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mt 16,24).


PASTORAL UNIVERSITARIA.

Por: Dra. Lourdes Lavaniegos González 

Los universitarios están urgidos de alternativas que los convoquen, conviertan y alberguen, ofreciéndoles un itinerario que les permita reconocer el sentido de sus vidas

Para comprender qué es la Pastoral Universitaria, conviene recordar cuál es la vocación de los laicos desde el punto de vista eclesial: «...A ellos, de manera especial, les corresponde iluminar y ordenar todas las realidades temporales a las que están estrechamente unidos, de tal manera que éstas lleguen a ser según Cristo...» (Catecismo de la Iglesia, 898).
Sabemos que la intención de una pastoral específica es llegar a las personas según sus particulares necesidades y atributos; entonces, puede afirmarse que la universitaria es la vertiente de la Iglesia que procura acompañar a quienes se preparan para salir al mundo como profesionistas, de forma que puedan ordenar su quehacer personal y profesional según Dios.
La tarea resulta particular- mente difícil en esta época llena de dudas, bombardeada por una vorá- gine de información y plagada de ofertas espirituales y pseudo-espiriuales que desacreditanante la mirada juvenil todo lo que tiene es olor a tradición.
Los estudiantes conforman usualmente una facción entusiasta de la sociedad que los alberga, por eso la Pastoral Universitaria debe ser tenaz, porque en ella se encuentra la posibilidad de adherir a valio- sos discípulos de Jesucristo.
Pero también, los jóvenes constituyen uno de los grupos que con sus críticas presagian lo que en el futuro permeará en la sociedad. Por ello, quienes se dedican a ani- marlos deben necesariamente ser personas congruentes y con gran capacidad de convocatoria. La in- congruencia es descubierta y evita- da por los alumnos desde el primer momento en que se asoma.
A partir de una encuesta realizada en el año 2000, en univer- sidades de inspiración cristiana lati- noamericanas, puede afirmarse que aún en los mejores casos el alcance de la Pastoral Universitaria no abar- ca más allá del 15% de los estudiantes matriculados.
Ni las casas de estudios mexicanas, ni los esfuerzos de nuestras diócesis escapan de esta realidad; pero lo dice el dicho: “Mal de muchos, consuelo de tontos”.
Y nosotros, que no somos tontos, vamos descubriendo pistas para el camino.
La Pastoral Universitaria en el mundo postmoderno necesita reunir varios elementos para ser eficaz:
Anunciar la buena nueva. Pero no a gritos, ni mediante largos discursos, sino a partir de la experiencia del servicio a los demás, para que ha- biendo servido, no olviden el gozo de dar y de darse.
Desarrollar la espiritualidad. Pero no obligando, sino invitando; para que sabiendo que la puerta permanece abierta, cuando ocurra “el llamado” crucen el umbral.
Caminar en comunidad. Pero no como ejército, sino con sentido de amistad, para que reconociendo la fuerza de la unión sean capaces de convocar a otros y permane- cer unidos.
Enseñar a vivir la fe. Pero no como ritual, sino ofrecién- dola como un estilo de vida, para que comprendiendo el sentido del amor cristiano, se comprometan con él.
Reconocer el valor de los que tienen otras creencias. Pero no con un anuncio tími- do de lo nuestro, ni atacando a los demás, sino mediante el testimonio alegre de quienes reconocen que su vivencia católica es un camino continuo hacia la plenitud. 
En el mundo postmoderno, donde el vacío va penetrando en los corazones y la esperanza de una vida digna se ve degradada por lafaltadeempleosyeldesequilibrio económico, los universitarios están urgidos de alternativas que los convoquen, conviertan y alberguen, ofreciéndoles un itinerario que les permita reconocer el sentido de sus vidas. ¡Que puede haber mejor para esto que el anuncio del amor de Jesucristo que los llama personalmente y por su nombre!
Se necesita quién organice ygestionelapastoral,peronunca será suficiente con una persona o un equipo; las actividades valen poco si no se fundamentan en múltiples testimonios.
Hace unos años se tomó una postura en los centros educativos: en lugar de hablar de pastoral en las escuelas, mejor se dispuso ser escuelas enpastoral.Contodosloscatólicos de la comunidad siendo testigos de su fe, ¿podríamos pensar en “universidades en pastoral”?
Sería una muy honrosa alternativa, pero no puede olvidarse el carácter específico de un centro universitario en el que por su esencia caben y se cuestionan todas las ideas; entonces no puede hacerse un acercamiento dogmáticoymanipulador,sinoelformato muy propio del libre albedrío que el Evangelio de Mateo (19,21) nos muestra: «Si quieres... ven y sígueme». 
La encíclica Lumen Fidei (28) dice: «Saboreando el amor con el que Dios lo ha elegido y lo ha engendrado como pueblo, Israel llega a comprender la unidad del designio divino, desde su origen hasta su cumplimiento». 
Parafraseando este texto podríamos decir que la Pastoral Universitaria eficiente consiste en hacer que los estudiantes saboreen el amor con el que Dios los ha engendrado y elegido para que comprendan el designio divino. La pregunta es entonces: ¿lo saboreamos nosotros? Y, más allá: ¿seremos capaces de mostrarles cómo saborearlo?

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