«¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!»: papa Francisco
Por: Diac. Emmanuel Gómez Vera
Cuarto de teología
Cuanta falta hacen en nuestro mundo, auténticos profetas que levanten la voz de denuncia frente a los opresores del orbe.
El Coneval ha detallado que la pobreza afecta al 68.6% de la población mexicana, lo que ha traído consigo fenómenos de exclusión, desigualdad, desempleo e indigencia
La OMS ha declarado que mil 300 millones de pobres viven en el mundo, el CONEVAL (Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social) ha detallado que la pobreza afecta al 68.6% de la población mexicana, lo que ha traído consigo fenómenos de exclusión, desigualdad, desempleo e indigencia. Viviendo en esta situación, la persona no tiene acceso a los recursos básicos: alimentos, atención médica, educación, trabajo, vivienda y cultura, entre otros.
Es un hecho que siempre ha estado presente en el mundo, pero hoy en día la sociedad global en la que vivimos ha hecho que se manifieste de manera más dramática que en épocas anteriores. Por desgracia, la política aún no ha logrado cambiar la realidad que nuestro país atraviesa, su actitud corresponde muy poco a lo que expresa en anuncios.
Podemos decir que el verdadero problema no es el dinero por sí solo, pues este no va a crear el desarrollo aisladamente, lo verdaderamente importante es escuchar el grito de los pobres y el sufrimiento de los que “perdieron la dignidad” de llevar a casa el pan suave y dulce ante la falta de empleo. Si no escuchamos a los que sufren, estaremos siendo indiferentes, así nos convertimos en personas ciegas, sordas y mudas.
Debido a que las desigualdades han aumentado de manera abrumadora, hemos pasado a una situación en la que se ha manifestado la migración en un nivel nunca antes conocido. Por ello, el papa Francisco nos ha predicado en diversas ocasiones sobre la fraternidad entre
las religiones como medio para abolir la injusticia y desigualdad, pues Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, Señor de todas las naciones, es ecuménico y es el mismo para todos; no es exclusivo de los cristianos, de los judíos y de los musulmanes, solamente.
La inspiración de Francisco nos permite mencionar a un obispo que ha interpretado auténticamente la cuestión de la indigencia. Nos referimos al próximo beato Oscar Arnulfo Romero, quien nos dejó un claro ejemplo del hombre que vive la pobreza simplemente decidiendo caminar con los pobres, invitando a vivir la opción preferencial por ellos. En particular, trabajando a favor de los campesinos sin derechos, levantando la voz contra los que, sin consideraciones y presunción, eran causa de opresión y explotación. Decía: «La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación».
Su testamento espiritual podríamos resumirlo con las mismas palabras que Jesucristo nos enseñó: «Amar a Dios sobre todas las cosas y amarnos unos a otros como Cristo nos amó, hasta el punto de dar la vida por nuestros hermanos». Así, la comunidad cristiana tendrá que tener predilección a favor de aquellos que fueron despojados de sus derechos.
Cuanta falta hacen en nuestro mundo auténticos profetas que levanten la voz de denuncia frente a los opresores del orbe, luchando contra el régimen cruel que degrada la dignidad de tantos hombres que viven en pobreza espiritual y material.
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