El
padre nuestro al ser la oración por excelencia, por ser pronunciada por Jesús
nos enseña a pedir, a hablar a dios Padre sabiéndonos sus hijos, pues en Cristo
ha sido restaurado el mundo y ha sido elevando a la categoría de hijos por
adopción, esto significa que Jesús nos ama de manera eterna, pues en el somos
injertados y, por esta razón la cercanía de Dios es fuente de paternidad para
nosotros y fraternidad para con los hermanos.
Santo
Tomás manifiesta que al penetrar en el misterio de la oración solo se
encontrara paz, bondad, amabilidad, pues es fruto del espíritu que nos incita a
entrar en dialogo, con aquel que nos ama y perdona para continuar en su
presencia.
La
instauración del Reino de los Cielos aquí en la tierra es también fruto de la
oración que recitó Jesús, nunca olvidar que en la vida se debe buscar el Reino de Dios y su justicia se dará por añadidura,
púes solo en esa búsqueda descubriremos a Cristo Mesías. Todo hombre cristiano
que interioriza la oración del Señor debe comprometerse con la sociedad misma
para vivir en amor, paz y justicia.
Dice
Santo Tomás que también pedimos el pan material, pero sobretodo la fortaleza de
corazón, y es indispensable pensar en pedir fuerza para continuar luchando en
esta vida donde el pan se gana con el
sudor de la frente, pero sin olvidar a los pobres y necesitados que llegan
a caminar a nuestro lado y necesitan de nuestra caridad.
No
olvidar que rezar el padre nuestro compromete y compromete con los Pobres de
Dios, que son nuestros hermanos que el Señor ama de un modo particular como sus
hijos, pues felices los pobres, pues de
ellos es el Reino de los cielos, ha dicho Jesús.
Termina
el comentario Santo Tomás explicando el amén,
pues es la conclusión de reafirmar lo que profeso: mi amor a Jesús; no
olvidarnos que el padre nuestro nos viene a enseñar al Padre Dios que está en
todo lugar, pero que requiere de nuestra opción libre por Él y la construcción
de su reino entre nosotros, para entrar en plena comunión con, mientras esperamos la gloriosa venida de
nuestro salvador Jesucristo.
Edwin
G. Alvarado
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